martes, 14 de enero de 2014

LA ESPINA...

LA ENVIDIA
La gran mayoría de mis amigos y compañeros tienen el concepto diferente que yo acerca de la envidia. Posiblemente el equivocado sea yo, no lo sé, solamente siento diferencias en mis apreciaciones.
Lo que yo siento es un deseo, pero fuerte de igualar o incluso superar los conocimientos, habilidades, -hasta propiedades- de mis congéneres que tienen particularidades notorias o que se las he notado por algún medio. En ningún momento me dan ganas de ponerle zancadilla a quien me supera en algo, sino que pienso que si es una cualidad que me gustaría tener o desarrollar, trato de superar mis trabas, subir escalones, ejercitar opciones que posiblemente me ayuden a mejorar; pienso que el que dijo que todos somos capaces de hacer las mismas acciones, aprender y realizar heroicidades si es preciso, sólo con un poco de paciencia y un montón de perseverancia y tenacidad.

¿Bonito carro? Yo puedo tener uno igual o mejor, sólo necesito ahorrar más y trabajar con ahínco para que pueda incrementar mis ingresos y que la alcancía engorde.

¿Mi compañero sabe utilizar macros y tablas dinámicas de excel?  Ja já, procuraré visitarlo más a menudo y tratar de que comparta conmigo, o al menos que me recomiende algún tutorial o libro  dónde aprender, etc.

¿El vecino es muy estimado por los del barrio o colonia? Por lo menos sonreiré más, saludaré a todos y pondré mi persona y posibilidades en disposición de servir o ayudar, escucharles, participar en obras comunales; ¡pero eso de estorbarle no!, hablar mal de él o resaltar sus posibles defectos y tratar de oscurecer sus acciones, ¡jamás!

Voy a competir pero tratando de respetar a mi competidor, viéndolo como ejemplo a seguir y no como enemigo.

En eso consiste mi envidia; califíquenla.


En uno de los libros que compré para mis hijos encontré esta joya de Amado Nervo:


SI UNA ESPINA ME HIERE...

Si una espina me hiere, me aparto de la espina...,
¡pero no la aborrezco!
           Cuando la mezquindad
envidiosa de mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta y  se encamina
hacia más puro ambiente de amor y caridad.

¿Rencores? ¡De qué sirven! ¡Qué logran los rencores!
No restañan heridas ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias con pinchos punzadores;
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,

se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve trocada en flor de paz!

1 comentario:

  1. Más de acuerdo no puedo estar con ud Tio!
    Y bueno esa hermosa poesia lo dice todo.
    Saludos y que bien por usted eh! Esta bueno su blog, y desde hoy soy seguidor de esta pagina.

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